Rafael Guerrero: «El arte de gestionar las emociones y los problemas de conducta en nuestros hijos»

Entrevistamos a Rafael Guerrero, experto en psicología educativa.

Roberto Carretero, Elena Collado, Mar Urdiales y Patricia Valverde B1C

El pasado viernes 29 de noviembre, el psicólogo Rafa Guerrero vino a Villarrobledo a impartir una charla sobre la importancia de gestionar las emociones.

Este evento fue organizado por PROAMPAS, la recién creada federación de AMPAs de Villarrobledo.

Algunos estudiantes del IES Octavio Cuartero tuvieron el privilegio de poder entrevistarlo y  asistir a su ponencia, la cual hablaba de los problemas de conducta en la infancia.

Rafa Guerrero es licenciado en Psicología Clínica y de la Salud por la Universidad Complutense de Madrid. Es doctor en Educación, psicólogo clínico, experto en psicología educativa, TDAH, trastornos de aprendizaje, problemas de conducta y autor de varios libros.
En la charla, el psicólogo utilizó dos metáforas para explicar cómo comprender y apoyar a niños y adolescentes. La primera compara a los jóvenes con un iceberg: lo visible (como llamar la atención) son los síntomas, pero debajo están las causas ocultas, como traumas o miedos. Comprender requiere «ponerse el buzo» y explorar lo profundo. La segunda metáfora es un interruptor: las familias «off» reprimen emociones y no prestan atención a los sentimientos, mientras que las familias «on» ayudan a los niños a regularse emocionalmente, promoviendo el equilibrio entre pensamientos y emociones para alcanzar la felicidad. A partir de los 6-7 años, los niños comienzan a regular sus emociones con el apoyo de adultos confiables. Según Winnicott, los padres deben validar sus sentimientos, ofrecer aceptación incondicional y ayudarlos a gestionarlos. Este respaldo fortalece su autoestima, estabilidad emocional y desarrollo cerebral, promoviendo una visión positiva de sí mismos y del mundo.

 

¿Por qué decidiste estudiar Psicología? ¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
Decidí estudiar Psicología casi por descarte. Estaba entre dos carreras: una era publicidad y la otra Psicología, que me gustaba mucho porque, cuando estaba estudiando, había una asignatura relacionada con ella, la filosofía, que me llamó mucho la atención. Además, mi tía es psicóloga y siempre he tenido una muy buena relación con ella, lo que hizo que me interesara por el tema de la psicología desde siempre. Finalmente, me decidí por Psicología. También influyó que un amigo me recomendó que, si quería ser un buen publicista, debía ir a Estados Unidos, y no me apetecía en absoluto. Así que, tras ese descarte, acabé en España estudiando Psicología, y a día de hoy soy muy feliz con mi decisión.

 

Sabemos que eres experto en niños con TDAH. ¿Por qué ha incrementado el número de niños con este trastorno en los últimos años?
Desde mi punto de vista, no creo que haya habido un incremento en el número de niños con este trastorno en los últimos años, como por ejemplo, comparando 2024 con 2022 o 2005. Lo que sí es cierto es que hoy en día se está diagnosticando en exceso, porque a veces nos incomoda que nuestros niños sean curiosos o traviesos, y eso es la esencia de la infancia. Esto nos llega a incomodar como padres y, por eso, acudimos a los profesionales con la predisposición de que nuestros hijos tienen TDAH. Y claro, es muy fácil que un psicólogo, un médico, o cualquier profesional haga este diagnóstico, ya que esto es sencillo de identificar. También puede influir la edad de la madre en el embarazo, ya que un embarazo en condiciones de estrés o ansiedad puede afectar el desarrollo del bebé. Sin duda, esto influye en el desarrollo de los niños.

 

¿Cómo pueden los docentes ayudar a los alumnos con este trastorno dentro del aula?
Lo principal es tener mucha paciencia. El docente debe entender qué es el TDAH y ser consciente de lo que conlleva este trastorno y los comportamientos que pueden manifestarse en el alumno. Si el docente se centra en ayudar al alumno en su camino y lo mira incondicionalmente, estaremos por un buen camino. Pero esto requiere tiempo; los cambios no son mágicos.

 

Uno de tus podcast se titula «La heroína del siglo XXI», haciendo referencia a los dispositivos digitales y haciendo énfasis en la necesidad de legislar. ¿Por qué es necesario? ¿Cuál es la edad recomendada para tener móvil?
Creo que el mundo virtual tiene muchos beneficios, pero también muchos lugares inseguros, como la poca privacidad que tienes en tus conversaciones o en publicaciones en redes sociales. Igual que hace muchos años se legisló el consumo de alcohol o tabaco, creo que con las redes sociales también es imprescindible hacerlo, para que jóvenes como vosotros podáis estar protegidos. Creo también que los adultos os sobreprotegemos en el mundo real, pero no en el mundo virtual. En cuanto a la edad, yo recomiendo que cuanto más tarde entremos en el mundo de las redes sociales, mejor. Así, podremos tener un cerebro más desarrollado y ser más conscientes de lo que hacemos. Además, el uso prematuro de las redes puede derivar en problemas que vemos a diario, como trastornos alimenticios, adicciones, etc.

 

Los niños y adolescentes de hoy tienen una autoestima mucho más baja que en el pasado. ¿A qué se debe esto? ¿Y cómo podríamos ayudar a nuestros amigos, los padres a sus hijos y los profesores a los alumnos?
Creo que una de las soluciones es fomentar más la interacción social presencial. El mundo real nos permite algo que es corpóreo, sincrónico, en el que estamos en el momento presente, nos miramos, nos vemos, nos abrazamos. Eso es lo que realmente necesitamos como especie: el contacto, la mirada, la complicidad, el tacto. Esto es lo que se está perdiendo con las redes sociales y los dispositivos tecnológicos. En generaciones anteriores, tuvimos la suerte de que nuestras madres estaban en casa. Como soy del 81, una generación milenial, no teníamos dispositivos, y por tanto había más juego en la calle. Hoy en día, no es habitual ver ese tipo de juegos al aire libre. Generalmente, los jóvenes se reúnen en casa y juegan online, lo cual no es realmente «jugar». Como mamíferos, todos necesitamos jugar, y ese aprendizaje es fundamental. No estamos permitiendo que nuestros hijos jueguen como nosotros lo hicimos, y estamos perdiendo tiempo en un mundo virtual donde el objetivo es conseguir más seguidores, retweets o «me gusta» de personas que ni siquiera conocemos. Esto es un problema muy grave.

 

¿Cambiarías algo de nuestro actual sistema educativo?
Sí, cambiaría muchas cosas, pero lo esencial para mí es que en el sistema educativo no se divide adecuadamente el currículo. No se dedica suficiente espacio ni tiempo a asignaturas como música, educación física, o a la parte social y emocional. Actualmente, en segundo de Bachillerato, ya no son obligatorias, lo cual es una pena. A estas asignaturas se les da poco peso, y yo les daría más tiempo y más importancia. Además, deberíamos incluir todo lo relacionado con el autoconocimiento y la parte emocional, que no se trabaja ni en casa, ni en el colegio, ni en el instituto. Para mí, enseñar a vivir es lo fundamental. Las matemáticas, las ciencias sociales o los ríos de España están muy bien, pero nos falta esa parte humana, de conexión, de cómo afrontar el fallecimiento de un ser querido o cómo hablar en público. Todo lo que tiene que ver con la parte emocional y esencial no lo estamos trabajando lo suficiente, y estoy convencido de que no estamos acompañando adecuadamente a nuestros niños y adolescentes. Hay cosas que los jóvenes se sienten avergonzados de contarles a sus padres, pero lo cuentan a los profesores, que son quienes realmente inspiran confianza.

 

¿Podrías recomendarnos algunos libros para los docentes y las familias en el manejo de las conductas adolescentes y la educación emocional?
Sí, te puedo recomendar varios. Hay un libro de un neurocientífico llamado David Bueno, titulado El cerebro adolescente, que es muy útil para comprender el cerebro de nuestros jóvenes. Yo, por mi parte, escribí un libro llamado El cerebro infantil y adolescente, en el que dedico una buena parte a explicar cómo es el cerebro de nuestros adolescentes, utilizando metáforas, ejemplos y ejercicios para poder comprenderlos mejor. También hablo de las cuatro fases del cerebro. En cuanto a la parte emocional, tengo otro libro titulado Educación emocional y apego, donde explico muchas pautas y estrategias para acompañar a nuestros alumnos en el manejo de sus emociones y en el aprendizaje de la inteligencia emocional.

 

¿Qué consejo le darías a unos estudiantes como nosotros que se plantean estudiar la carrera de Psicología?
La carrera de Psicología es una de las más bonitas. Yo siempre lo digo: aprendí muchísimo y es muy divertida. Pero lo que realmente es increíble es ejercer la psicoterapia. Para mí, eso no tiene nombre. A lo largo de mi infancia tuve dificultades, traumas, y no tuve una infancia muy cariñosa. Fue difícil, pero tuve la suerte de contar con personas que me acompañaron y me ayudaron. Ahora, en mi trabajo, trato de hacer lo mismo: acompañar a adolescentes, niños y padres que intentan hacer lo mejor posible, pero no siempre lo logran. Trato de ayudarlos para que no pasen por las mismas situaciones que otros hemos vivido. La práctica es muy bonita, pero también dura. Hay gente que sufre mucho, que lo pasa mal y está desesperada porque no sabe qué hacer con su hijo. Pero poco a poco, vamos acompañándolos, y al final alcanzamos los objetivos que nos planteamos. Todas las carreras que impliquen ayudar a los demás son muy bonitas.

 

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