ACTIVIDADES NAVIDEÑAS DEL OCTAVIO
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María Caridad Saiz Ortíz, Lucía Collado, Marina Pardo y Nataliua Montoya, alumnas de 3ºA
Mónica Rodríguez, autora asturiana de renombre, ha cautivado a muchos lectores con su prosa profunda y sensible, abordando temas sociales de gran impacto. En esta entrevista, nos cuenta su trayectoria y nos ofrece una visión personal sobre su escritura.
¿Qué recuerdos tienes de tu infancia y cómo crees que esos momentos influyeron en tu vida como escritora?
Mis recuerdos de la infancia están llenos de momentos felices, como correr por el patio de mi colegio. Ese mismo colegio fue el que también frecuentó la reina Letizia y yo cuidaba a sus hermanas pequeñas. En aquellos días, no había biblioteca en mi centro, pero con el paso de los años construyeron una y me hace especial ilusión contaros que esa biblioteca lleva mi nombre.
¿Desde pequeña soñabas con ser escritora o fue algo que surgió de manera inesperada a lo largo de tu vida?
Ser escritora nunca fue un sueño. De hecho, el oficio de escribir llegó de manera gradual, impulsado por la pasión por lo que me emociona y me interesa. Me gusta escribir sobre cosas que me conmueven y compartir esas historias con los demás. Escribir le da sentido a mi vida, y agradezco profundamente a los lectores por ser parte de este proceso. Sin ellos, mi escritura no cobraría vida de la misma manera.
Desde pequeña, mi madre me leía libros por la noche, y mi abuelo me mostró el Romancero gitano de García Lorca, una obra que marcó mi vida literaria. A lo largo de mi adolescencia, leí muchas novelas como El club de los cinco y los misterios de Agatha Christie, pero fue un libro en particular, Los caminos de la luna de Juan Fallas, el que me enseñó a apreciar lo emocionante de las pequeñas cosas de la vida. Recuerdo una conversación de este libro entre una niña y su abuelo que me impactó mucho:
Niña: Abuela, ¿qué es una aventura?
Abuelo: La vida.
Niña: Ya, pero ¿qué es una aventura emocionante?
Abuelo: La vida.
¿Tienes algún ritual o hábito especial como escritora?
No tengo un ritual estrictamente necesario, pero sí me gusta sentarme frente a mi ordenador con un té verde y mi perro negro, que es mi fiel guardián. Si estoy en otro lugar, no pasa nada, pero eso es lo que más disfruto al escribir.
¿Qué te inspiró a escribir «Alma y la isla»?
«Alma y la isla» es una novela que quería escribir desde hace muchos años, motivada por la tragedia que se desarrolla en nuestras costas, esa realidad desgarradora de tantas personas que arriesgan sus vidas cruzando el mar en busca de una vida mejor. Quería entender qué siente alguien que lo ha perdido todo: una persona que llega a un país como el nuestro, lleno de privilegios, y se enfrenta a la mirada de quienes tenemos «todo».
En principio, no sabía cómo abordar esta historia, pero fue al leer un artículo de Save the Children sobre Lampedusa, una isla italiana frente a las costas de Libia, cuando me conmoví profundamente. El artículo relataba cómo los habitantes de la isla, a pesar de la saturación de los centros de acogida, acogían a los refugiados en sus casas. Fue ahí cuando me di cuenta de que esa era la historia que quería contar: el encuentro de dos mundos, el de los niños que lo tienen todo y el de los que no tienen nada, pero que, de repente, deben convivir.
En el relato, a veces puede parecer que hay tintes racistas, pero esto refleja los celos y las tensiones entre los personajes, algo que también viví de manera personal cuando, a través de la iniciativa Vacaciones en Paz, acogí a una niña saharaui en mi casa. Esa experiencia de intercambio cultural y emocional influyó mucho en mi escritura.
¿Qué papel juegan las ilustraciones en la comprensión y disfrute de la historia?
Para mí, las ilustraciones son muy importantes, sobre todo cuando van más allá de simplemente ilustrar el texto. Complementan la historia, le dan vida y ayudan a que el lector pueda sumergirse aún más en la narrativa.
¿Tienes planeado seguir escribiendo sobre temas sociales y, si es así, qué otros temas te gustarían abordar en futuros libros?
Sí, sigo comprometida con la escritura de temas sociales. Uno de mis últimos libros, Pájaros de Sol, aborda justamente este tipo de cuestiones, contando la historia de dos hermanos que huyen de la guerra. Además, estoy trabajando en un proyecto que trata sobre un movimiento ambientalista en la India, en los años 70, en el que mujeres en el Himalaya abrazaban árboles para evitar que los talaran. Es un acto de resistencia que fue clave para salvar los bosques y me parece un tema fascinante.
¿Cómo sueles reaccionar ante las críticas negativas y qué aprendizaje has sacado de ellas?
Al principio, las críticas negativas me afectan profundamente. Me hunden, y suelo pasar varias semanas pensando en ellas y buscando formas de mejorar. Sin embargo, he aprendido que es imposible agradar a todo el mundo. Las críticas, aunque dolorosas, son una herramienta valiosa para el crecimiento, y me han ayudado a mejorar como escritora. Me han permitido aprender de mis errores y acercarme más a mi verdadera voz.
¿Qué lectura consideras imprescindible para los alumnos de secundaria?
Recomiendo El festín de la muerte de Jesús Díez de Palma, que trata sobre la Segunda Guerra Mundial. Creo que es una lectura imprescindible para los alumnos de secundaria, ya que les ayuda a comprender un periodo crucial de la historia y los prepara para reflexionar sobre cómo construir un mundo más justo.
¿Tienes alguna película que te haya marcado profundamente y que crees que podría influir en tus futuros libros? ¿Cómo crees que el cine puede inspirar la literatura?
Dos películas han marcado profundamente mi vida y mi visión artística: El lado oscuro del corazón y All That Jazz. La primera me dejó una fuerte impresión por sus reminiscencias poéticas y la influencia de poetas como Mario Benedetti, Juan Gelman y Oliverio Girondo. La segunda, All That Jazz, me impactó profundamente, ya que la muerte es representada como una mujer, lo cual me parece un símbolo poderoso.
Creo que el cine tiene una capacidad única de evocar sensaciones y reflexiones, algo que también se puede trasladar a la literatura. De hecho, mi novela Los niños del muelle está siendo considerada para una adaptación cinematográfica, y me encantaría ver cómo un director interpreta esa historia en la pantalla. La relación entre el cine y la literatura es estrecha, ya que ambas artes tienen el poder de emocionar, cuestionar y transformar al espectador o al lector.
¿Qué consejo les darías a los jóvenes que sueñan con convertirse en escritores en el futuro?
Les diría que se armen de paciencia y que tengan claro que, probablemente, no vivirán exclusivamente de la escritura. Lo más importante es escribir por el simple hecho de que es algo que necesitan hacer. Escribir les ayudará a entender mejor muchas cosas de la vida.
El lector es quien completará el libro con su propia interpretación, planteando sus propias preguntas y decidiendo su propio camino. Lo más importante es la emoción. Un libro debe emocionar, porque solo así crea una conexión real y duradera. «Escribir para emocionar» es lo que realmente hace que la literatura valga la pena.
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