Sofía Hernán, Claudia Duceac, Irene Ortega y Joaquín Moreno, alumnos de 2ºD
El 26 de marzo nos visitó Félix Albo, un talentoso narrador oral que nos cautivó con sus cuentos y su sentido del humor.
CLAUDIA – ¡Bienvenido, Félix! Para romper el hielo, te haremos una pregunta fácil. ¿Cuál es tu nombre real y por qué empleaste este seudónimo?
Mi nombre real es Félix Calatayud Navarro, digo que soy valenciano y soy mediterráneo, pero por los apellidos tengo que ser de cuando expulsaron a los árabes de la Comunidad Valenciana en época de Isabel La Católica y lo repoblaron con aragoneses, por eso soy Calatayud (que es una ciudad de Aragón) y Navarro, que era el reino de Aragón en esa época. Me llamo Félix Albo, Albo viene de un grupo en el que éramos tres, el grupo Albo, y empezamos a hacer animación sociocultural, juegos, dinámicas, canciones, campamentos… hasta que nos dedicamos a contar, utilizando el cuento como un recurso más y centrándonos en ello. Fue cuando empecé a contar para público adulto cuando descubrí que me había enamorado del oficio.
IRENE – ¿Cuánto tiempo llevas dedicándote a esta profesión, narrador oral?
Este año hace 30 años, que es más del doble de lo que tenéis vosotras. Aquí tuvisteis el año pasado o el anterior a Pablo Albo, que es otro componente del grupo Albo, que éramos tres. Pablo es escritor también, vive en Chinchilla, es así bastante más feo que yo (es broma). Nosotros nos separamos hace 20 años. Él se fue a vivir allí a Chinchilla porque acabamos muy mal y se enfadó. Es broma, la vida le llevó allí, a Chinchilla, y yo sigo aquí, en el Mediterráneo.
IRENE – ¿Recuerdas cuándo y dónde contaste tu primer cuento?
Profesionalmente sí, o sea, el día que yo decidí que me iba a dedicar a esto fue un 24 de octubre de 1994, en el Casco Antiguo de Alicante, en una plaza que se llamaba Plaza de Cagalaolla, que ya el nombre dama mucho juego a lo que iba a ser mi vida y fue la primera vez que contamos el grupo Albo para el público. Fue una plaza chiquitita y pusimos unos cojines para que la gente se sentara en el suelo, pero a la gente que vivía en la plaza, el ayuntamiento no le había dicho nada entonces hubo un señor que no le sentó nada bien que estuviésemos nosotros allí, tan hippies, así sentados en el suelo contando cuentos. Entonces, abrió las ventanas y puso a todo volumen una película de indios y vaqueros y estuvimos toda la sesión esquivando flechas y disparos. Eso lo metimos en los cuentos, fíjate los nervios que teníamos nosotros, pues lo jugamos, y creo que eso determinó la forma de actuar, que para mí actuar es puro juego.
SOFÍA – Suponemos que sí, pero, ¿disfrutas con este trabajo?
Viajo un montón. Viajo de mano de la cultura, o sea, donde yo voy hay gente del ámbito cultural que me espera. El público es maravilloso y trabajo mucho con público lector. Y luego viajo a lugares donde nunca hubiera ido; no solo de otras partes del mundo, sino de muy cerca de mi casa. O aquí, en vuestra comunidad, que es tremenda y muy bonita. Y me gusta mucho. Me gusta mucho trabajar con gente, me gusta mucho viajar, me gusta porque es un trabajo creativo. Yo continuamente estoy creando historias nuevas y me gusta mucho porque trabajo con la palabra, que es algo totalmente efímero. O sea, mi trabajo no queda en ningún lado, queda solo en el interior de algunas personas. Y con el tiempo me ha pasado que ha habido gente que se ha olvidado de mí, pero no de la historia. Entonces, como son 30 años, ha habido gente que ha vuelto a venir a verme sin saber que era yo, y de repente se han acordado, me lo han dicho. Ah, bueno, es mi historia. Y me gusta mucho saber que yo desaparezco, pero las historias no. Entonces es una manera muy bonita de permanecer. Porque no permaneces tú, sino lo que has creado.
SOFÍA – ¿Qué te aporta?
Pues mira, me aporta muchas cosas. A nivel filosófico, yo considero que las mayores barbaridades de la historia del ser humano se han hecho por permanecer. Los locos de la historia, que han hecho barbaridades, lo han hecho porque su nombre quedara grabado en la historia y les da igual que quedara grabado por construir un puente impresionante que por hacer una masacre a un pueblo. Les da igual, lo que quieren es permanecer en la historia. Y ahora hay bastantes locos que quieren dejar su nombre escrito, por lo que veis. Y sin embargo, todo lo de la naturaleza es efímero, o sea, desaparece. Este oficio es muy efímero. Porque si os fijáis, esta mañana yo he estado aquí con cuatro grupos, que han sido cerca de 200 personas y no queda nada ahí de lo que ha pasado. Esta noche, a lo mejor, en alguna de vuestras cabecitas, o en la conversación de la comida o de la noche, salen algunas historias y a lo mejor alguna de vosotras se queda ahí. Entonces a mí lo que me aporta es que trabajo con algo efímero, muy natural, muy orgánico. Yo soy consciente de que nuestra vida tiene que ser así, efímera. Por eso considero que tenemos que disfrutar intensamente cada día de nuestra vida, porque somos lo que vivimos, no lo que vamos a dejar. Y trabajo con la palabra, que es algo muy devaluado en nuestra sociedad. Se malutilizan las palabras y se tiene poca fe en lo que dices. La gente te cree poco, porque se nos ha engañado mucho. Y, de repente, llego yo y solo con la palabra soy capaz de conectar gente que se desconoce entre ellas y se ríen de lo mismo, se asustan de lo mismo, se emocionan de lo mismo. Con lo que al final demuestras que, por muy separados o muy individualistas que sea nuestra sociedad, emocionalmente tenemos una unión como especie. Entonces me gusta mucho. Me hace convencerme de eso, de que la vida puede tener un sentido bonito y cambiar.
JOAQUÍN – ¿Cómo acabaste siendo narrador oral? ¿Hay algo que te marcó para dedicarte a esta profesión?
Bueno, pues casi desde el primer momento que yo conté para público adulto, poque sí es verdad que cuando tú cuentas para críos, para críos pequeñajos, así de primaria o de infantil, hay una predisposición al mundo de la fantasía. Sabéis que lo críos, están embelesados, bueno, en secundaria también, pero ya intervienen otros factores como el amor, es muy raro que un crío de infantil se enamore (que se enamoran), pero afecta más el enamoramiento a alguien de secundaria, que se le nubla la vista, de una manera hormonalmente intensa. Pero el público adulto, está como más receloso de entrar en ese mundo, como personas adultas con responsabilidades, horarios y cosas importantes y, sin embargo, con la palabra, pues de repente se abandonan, se abandonan ante la palabra de una persona desconocida, que soy yo, y se abandonan emocionalmente, con lo que ríen, lloran, que esto es normal, pero no es normal hacerlo en público. O sea, en público reír aún, y reír modestamente, cuando te entra una risa JAJAJAJA, te da vergüenza cuando lo haces delante de gente que no te conoce, pero llorar es mucho más pudoroso, da mucha más vergüenza romper a llorar delante de gente desconocida. Y sin embargo con esto pasa y me parece algo brutal que solo la palabra rompiera la barrera emocional del mundo adulto, así que decidí dedicarme a esto, y más con el público adulto.
Y poco a poco fue comiendo el horario laboral del otro trabajo que tenía, que era como educador social, aunque luego estuve en un cargo directivo, que hacía de director de I+D, una empresa que gestionaba los geriátricos, centros sociales de toxicómanos, madres solteras, prostitutas, niños desamparados, así, gente curiosa. Sus historias han servido de fundamento para escribir algún cuento.
JOAQUÍN – ¿Hay algo que te marcó para dedicarte a esta profesión?
Bueno, te voy contestando un poco así, pero sobre todo es la libertad horaria, la libertad para viajar, el hecho de conocer… Yo siempre he sido una persona muy curiosa, y eso, viajas… Por ejemplo, he ido a Latinoamérica (no sé las veces que he ido) y, cada vez que iba, me sentía tremendamente afortunado, porque estaba yendo a contar historias. Yo he recorrido el mundo con el Instituto Cervantes, he visitado muchos lugares, como África, que siendo electricista me hubiera costado mucho.
CLAUDIA – ¿En qué te inspiras para crear tus cuentos? ¿Hay mucho de tu tierra, Valencia, en tus cuentos?
Me inspiro en la vida, yo creo que mis historias son un alegato a vivir, yo estoy convencido de que en la vida hay que celebrar, porque es un regalo que tenemos si lo disfrutamos, si no es un lastre, entonces me inspiro en eso. Como viajo tanto y voy construyendo las historias mientras conduzco, pues están impregnadas de lo que veo, es una absoluta maravilla viajar y que por ejemplo te pille una tormenta, o un cielo como el de hoy que no había ninguna nube, todo eso me encanta, y de todo eso voy pellizcando las historias también, me encantan las noches y las carreteras rectas como las de aquí.
Hay mucho del Mediterráneo, yo hablo de Valencia porque soy valenciano (de un pueblo muy chiquitito) pero hablo más de la cultura mediterránea. Fijaos en todos los países que moja; yo creo que somos una cultura, dentro de las matizaciones de todas, que tenemos muchas cosas en común, y esto ya se habla desde la mitología griega, somos gente muy abierta, nos predisponemos a la fiesta por la climatología, tiene mucha luz nuestra tierra y hace mucho calor. Somos una gente muy fiestera, para trabajar está la gente de interior (es broma). Yo no trabajo en valenciano, o sea, soy valenciano parlante, pero tengo muchos fallos académicos, ya que mi infancia la pasé fuera de mi pueblo y me he criado en castellano, entonces hablo un valenciano que no es correcto para subirlo a un escenario y por eso prefiero contar en castellano y eso te cierra un poco el mercado laboral.
IRENE – ¿Cómo es tu proceso de creación? ¿Primero los escribes y luego los cuentas oralmente?
Lo de escribir lo llevo muy mal, hay muchos espectáculos que hago y no están escritos en ningún lugar. Entonces, lo bonito de eso es que con el tiempo yo ahora mismo tengo 13 espectáculos, que van entre 70 y 90 min cada uno de ellos. Qué es lo que pasa, que no todos los hago continuamente y a lo mejor puede pasar un año sin hacer ese espectáculo. La mayoría de espectáculos los tengo grabados, pero no los escucho, entonces, si no lo tengo escrito, qué hago, pues recordarlo y es como si recordáis un viaje. Un viaje es muy difícil que se te olvide, pero también es muy difícil que si no lo cuentas de continuo te acuerdes de todo al momento de contarlo, entonces tú cuentas el viaje y cuentas de lo que te acuerdes del viaje, pero sí que es verdad que si de aquí a tres semanas vuelves a contar el viaje, a lo mejor te acuerdes de otra cosa o que se te olvide algo. En realidad, es el mismo viaje, solo que lo he contado de otra forma. Es más, no contáis el viaje igual cuando llegáis a vuestra amiga del alma, que a vuestro primo de confianza, que a vuestro padre o madre porque, para qué vas a contar algunas cosas del viaje a tu padre o madre que no van a aportar nada sano a la relación y tampoco forma parte de su interés; entonces seleccionas qué contar del viaje a quien te va a escuchar, cuentas lo que para ti es importante contar, lo que quieres contar sí o sí y lo que crees que a la otra persona le va a interesar, eso es lo bueno de las historias. Para mí cada espectáculo, cada montaje que hago es un viaje y depende de cómo me pille o del público que tenga, me entretengo más en unas cosas o en otras. El humor lo adapto según voy escuchando porque los narradores o narradoras escuchamos más que hablamos, y mira que cascamos, pero a veces no estamos pendientes, porque nos gusta ajustar, sintonizar con el público y entonces escuchamos: “Pues aquí se ríen más o aquí les ha ofendido o les ha molestado”… Así que tú vas contando tu historia, pero tratando de que salga a bailar la mayor parte del público. Entonces no los escribo porque cuando los escribo es o porque pienso que se me van a olvidar o es una parte muy poética y me lo quiero aprender, porque la memoria textual a mí me cuesta mucho, tengo muy poca memoria; entonces yo lo que hago es una memoria emocional, parto de las imágenes y luego voy sumando las otras percepciones: los oídos, los olores, las texturas… Pero sí es verdad que hay partes poéticas que me aprendo de memoria, pero escribir, escribo muy poco porque pienso tanto las palabras que escribo, que esto es muy de abuelo, muy abuelo de mi abuelo, que decía que la palabra escrita está presa, sin embargo, la palabra dicha está presa en el alma. Decía mi abuelo que eran los pactos de palabras, pero no está escrita en ningún lado, o sea, que la palabra dicha es más de impacto que la escrita, porque en la escrita al final hay algo en la que mantenerse; sin embargo, la dicha, lo que yo pacte con la palabra, es voluntad de los dos, de las dos palabras que se respeten, es mucho mayor respecto a la palabra oral que a la palabra escrita porque la escrita es una obligación realmente, entonces el proceso creativo es parir, es crear historias, parir, parir, parir. Hay historias que se quedan a medias de hacer o las dejo ahí, luego con el tiempo vuelven; hay historias que se quedan en medio de historias, pero luego estás haciendo un espectáculo y, de repente, una historia hace “pop” y encaja, como la pieza perfecta para ese cuento. Entonces, mi proceso creo que es un poco loco. Cada espectáculo que suele durar 70 o 90 minutos puedo estar entre dos o tres años, el último que estrené el año pasado estuve cerca de 5 años en medio para crearlo, pero bueno ese es mi proceso creativo.
CLAUDIA – Sabemos que has escrito varios libros, háblanos de ellos.
Bueno, todo esto ha sido cuando era joven y prudente, porque yo escritor no me considero, entonces tenía colecciones de cuentos. El primer libro que yo escribí se llama Cuentos Contados y está publicado con una editorial de aquí de Castilla La Mancha y eran historias de Pablo Albo y mías, nos gustó mucho. El segundo libro que escribí, que también fue con Pablo Albo, se llamaba Que Dios Nos Pille Confesados y tiene historias bíblicas, de la mitología cristiana, algunas historias creo que serían ilegales a día de hoy. El tercer libro que tuve fue también un libro colaborativo y se llamaba 99 Pulgas y fue muy gracioso. También tengo libros solo como Yayerías y un álbum ilustrado llamado Si un día juntásemos todas las camas del mundo y es para más peques. Luego también tengo relatos sueltos en internet, pero yo creo que escribir es más un ejercicio para forzarme un poco la maquinaria creativa.
IRENE – Suponemos que si te dedicas a esta profesión, te gustará leer. ¿Qué autores son tus número 1?
Hay un montón, pero entre los autores de cabecera, para mí hay un referente que es Eduardo Galeano, que ya falleció. Yo recomiendo que lo leáis, es una lectura muy fácil, es una literatura muy oral. Él recopila historias y él era periodista y siempre tenía un trasfondo, un trasfondo social desde Latinoamérica y luego se vino aquí a España porque tuvo un cáncer. Y a mí, por ejemplo, en estos días que está muy revuelto el mundo con Gaza, con Ucrania, ahora con Trump, pues lo echo mucho de menos porque tuvo una vida mítica muy certera y era un tío que maneja unos datos históricos muy interesantes. Yo tuve la suerte de estudiar secundaria en Alicante y venía mucho Eduardo Galeano y Mario Benedetti, que son dos referentes de la literatura latinoamericana, y escucharles hablar de su obra, leerla, pues me apasiona. Son dos grandes, pero leo de todo, la verdad. Ahora leo mucho álbum ilustrado, que hay gente que lo llaman infantil, pero hay mucho álbum ilustrado que es genial para vuestra edad, para la mía son auténticas obras de arte.
CLAUDIA – Ha sido un verdadero placer conversar contigo hoy. Tus cuentos y tu experiencia como narrador nos ha fascinado. Te deseamos mucho éxito en tus futuros proyectos y esperamos coincidir contigo en más ocasiones. ¡Gracias por compartir tu tiempo y tus pensamientos con nosotros!
Jo, muchísimas gracias, ha sido un inmenso placer para mí.
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